Docente: Pedro Juárez.
SPC III
“Vivimos un momento trascendental de la historia de nuestro país.
Está en marcha una transformación profunda de todas las estructuras de nuestra sociedad y tenemos el derecho y el deber ineludible de ser autores y autoras conscientes de este proceso revolucionario.”
(Misión Cultura, libro rojo)
Pertenecer a la Misión Cultura, como a la mayoría de las Misiones Educativas impulsadas por el Gobierno Bolivariano, es pertenecer a un proyecto fundamentado en la Educación Popular y, por lo tanto, un proyecto cuyo objetivo es crear procesos de transformación de la realidad. Hoy, y a través de la reflexión que presentamos, queremos dejar constancia de la profunda unión entre los procesos educativos y la posibilidad de crear estructuras de convivencia diferentes que generen, a su vez, una diferente realidad. Para ello nos centramos en la propuesta de Misión Cultura por ser aquella que conocemos con mayor profanidad.
Sin embargo, consideramos que esta reflexión puede aplicarse a otros tantos procesos formativo-educativos de los que se están dando hoy en Venezuela. Una Venezuela que realmente se ha convertido en LUGAR DE FORMACIÓN: en las calles y las escuelas, en las plazas y aceras, en aulas y en la sala de cada casa.
La metodología de Misión Cultura se fundamenta en tres grandes claves que la enmarcan dentro de los proyectos de Educación Popular:
1. centrada en la realidad de las comunidades empobrecidas y excluidas,
2. haciendo diagnóstico con ellas,
3. desarrollando proyectos socio-comunitarios de transformación de la realidad en los que, tanto nosotros/as como activadores/as culturales, como la misma comunidad, vamos tomando en las manos el poder de planificación, decisión y gestión de las políticas públicas y las soluciones concretas en salud, educación, cultura, infraestructura, vivienda, servicios, …
Esta metodología está en perfecta consonancia con el proyecto socialista de país en el que nos inscribimos y que queremos construir como un “derecho y deber ineludible de ser autores y autoras conscientes de este proceso revolucionario”.
En este sentido, valoramos enormemente la propuesta andragógica de la Misión Cultura y hoy queremos darle un nuevo impulso y una nueva fuerza radicalizando nuestras posiciones y nuestra opción por el REAL PROYECTO COMUNITARIO como oportunidad, más allá de la profesionalización, de construir una sociedad más humana, más justa, más honesta, más solidaria, donde el poder resida en las mayorías empobrecidas y excluidas por años y no en las minorías asentadas en sus posiciones, defendiendo sus intereses.
“Para crear un nuevo país es fundamental revolucionar todo el sistema ideológico, es decir, es imprescindible llevar la revolución a la educación y la cultura. Debemos trabajar para la recuperación de la calidad de vida, vista como preocupación por la dignidad de la persona, por su capacitación para contribuir a la transformación y mejora de su comunidad, su región y su país.”
(Misión Cultura, libro rojo)
Esta es nuestra propuesta para esta nueva etapa del país y de la Misión: claridad ideológica, perfil político.
Para nadie es una novedad la estrecha unión que existe entre la propuesta política y educativa de cualquier grupo humano y cómo ambas dimensiones se sostienen mutuamente.
Al aproximarnos a la Misión Cultura nos damos cuenta que estamos ante una propuesta educativa que es en sí misma política y, por lo mismo, ante una propuesta política que es en sí misma educativa. Y es que una de las convicciones que tenemos claras en la MC es que nuestro crecimiento está profundamente atravesado por la propuesta de convivencia política que sostenemos así como ésta determina nuestra forma de crecer y desarrollarnos como personas.
A partir de aquí, ¿podemos hablar de un hecho educativo que olvide la calle, la comunidad, la historia, el contexto?
Así llega la MC concretando su propuesta política: Diagnóstico Comunitario Participativo y Proyectos socio-comunitarios de aprendizaje. El compromiso de estas activadoras y activadores culturales es directamente político, su rol no es el de estudiantes sino el de activadores/es capaces de aprender de su práctica y de crecer en ella y con ella.
Ahora bien, es importante hacer notar que el trabajo comunitario tiene, para Misión Cultura, un objetivo muy claro:
Nuestro crecimiento en conciencia comunitaria, conciencia política,
conciencia histórica.
En este sentido, los proyectos de desarrollo socio-comunitario que asumimos como activadores/as de Misión Cultura tienen esta intencionalidad de fondo y hacia ese crecimiento encaminan sus acciones:
• conciencia comunitaria que tiene que ver con la organización popular, con la ética de lo colectivo, con la sensibilidad social;
• conciencia política que tiene que ver con la participación activa y protagónica en un proyecto de país revolucionario, bolivariano y socialista; y
• conciencia histórica que tiene que ver con el proyecto de “hacer humana la humanidad” desde la sensibilidad ecológica, la diversidad cultural, una nueva convivencia internacional, …
Y si esto lo tenemos claro, también tenemos claro, y lo hemos visto palpable en las votaciones del 2 de diciembre pasado, la amenaza que constituye esta propuesta para los grupos tradicionalmente dominantes y dominadores.
El compañero Amilcar Figueroa lo explica contundentemente:
“La historia tercamente demuestra que las clases poseedoras no renuncian a la dominación. Por tal razón en la sociedad venezolana de hoy se libra una lucha, a veces abierta, otras encubierta, entre la construcción del poder popular y las más diversas expresiones del poder permanente. En particular, a la burocracia no le simpatiza el poder popular y, en general, la institucionalidad colide con él. Al poder popular se le impone entonces la tarea de afirmarse y reclamar su condición de poder originario para continuar en la vanguardia de la lucha revolucionaria.” (Amílcar J. Figueroa, 2007)
Esta afirmación que es cierta en todos los ámbitos, es especialmente relevante en el ámbito educativo y formativo que nos ocupa a las activadoras/es de la Misión Cultura. De ahí la urgente necesidad de desenmascarar, en todas sus formas, la dominación neoliberal y construir, cada día y permanentemente, el poder popular.
Ya Simón Rodríguez tenía ideas claras al respecto que nos resultan de enorme actualidad y vigencia:
“La utopía estaba en el futuro, era algo por hacer. Esto significaba, cuando menos, un conjunto de condiciones que don Simón tenía muy claras:
1. había que abandonar un sistema de vida para acceder a otro
2. había que denunciar con toda fuerza los vicios del sistema a superar
3. había que conocer a los seres con los cuales se fundaría el nuevo sistema
4. había que denunciar los falsos caminos
5. había que perfilar la gente nueva y la nueva sociedad
6. había que conocer los medios para capacitar a quienes tendrían la tarea de fundar el nuevo orden de cosas” (Daniel Prieto Castillo, 19987)
La utopía es algo por hacer. No son sólo ideas, sólo convicciones o sólo debates. Por supuesto, se nutre de todos ellos. Pero es esencialmente PRÁCTICA.
Y en esta práctica concreta que denuncia y construye se basan nuestros Proyectos de Aprendizaje. En ellos podemos incluir estas 6 condiciones de Simón Rodríguez como ejes transversales que atravesarán cada acción, cada conversa, cada taller, cada debate. Se trata de crecer y formarnos EN y PARA este nuevo sistema, esta revolución socialista asentada en el poder popular.
Y es que, “Darle rango constitucional al “poder popular”, como plantea la Reforma propuesta por el Presidente Chávez, es la culminación de diversos ensayos y de constantes esfuerzos guiados por la firme convicción de que la ampliación de la democracia pasa, necesariamente, por el real protagonismo de las mayorías. En este sentido, en el transcurso de los últimos años se han creado distintos instrumentos que se complementan con la experiencia histórica acumulada por nuestro pueblo. Se trata de que el pueblo todo se organice en sus núcleos primarios de vida social.
En Venezuela la organización social ha sido el factor clave para implementar iniciativas políticas revolucionarias de todo tipo, que van desde la lucha por superar el déficit social hasta los objetivos políticos nacionales. Ahora se trata del desarrollo de la democracia directa.” (Amílcar J. Figueroa, 2007)
Así pues, la vía para lograr este poder popular es LA ORGANIZACIÓN. Y efectivamente éste ha sido el sentido de nuestros proyectos de aprendizaje. Bien, sigamos y profundicemos esa línea, busquemos en cada momento fortalecer la organización popular porque solo el pueblo organizado logra ejercer el poder popular. Y en este sentido, Simón Rodríguez vuelve a ponernos en la cruel realidad: o logramos la real organización con valores propios, desde nuestra idiosincrasia venezolana, o repetimos modelos y sistemas que favorecen intereses de minorías y empobrecen a las mayorías.
“Para las jóvenes repúblicas latinoamericanas se abrían alternativas por demás complejas hacia finales de la década del 20: o bien se regresaba a formas monárquicas que el proceso revolucionario había tratado de superar, o se caía en la anarquía, o se consolidaba un sistema republicano capaz de superar no sólo los antiguos colonizadores, sino también las actitudes colonialistas”. (Daniel Prieto Castillo, 1987)
Parafraseando al maestro, hoy diríamos que ante esta propuesta de Reforma Constitucional se abren alternativas complejas y apasionantes: o regresamos a formas representativas que el proceso revolucionario ha tratado de superar, o caemos en el intervencionismo imperial impulsado por una oposición egoísta y ciega, o contribuimos todos/as a consolidar un socialismo capaz de superar ese colonialismo introyectado todavía en nuestro corazón y capaz de crear una sociedad más justa, humana y honesta basada en el poder popular. Y aquí,
“La función social de las instituciones, asegurar la continuidad del sistema, fue vista con toda precisión por el maestro. No hacía falta el palabrerío de hoy sobre los aparatos ideológicos para indicar algo claro a todas luces.
Frente a esa política solapada, que nunca han dejado de ejercer quienes detentan el poder, se reclamaba una actitud diferente:
“En las Repúblicas la escuela debe ser política también, pero sin pretexto ni disfraces. En la sana política no entran mañas, tretas ni ardides. La política de las Repúblicas, en punto a instrucción es formar hombres para la sociedad”(Simón Rodríguez)
Lo popular se define en esta última línea. No se trata sólo de llegar a todos, sino también de hacer que la educación se oriente a formar pueblo. ” (Daniel Prieto Castillo, 19987)
“No nos alucinemos: sin Educación Popular no habrá una verdadera Sociedad” (Simón Rodríguez)
Y entonces, ¿cuál es nuestra responsabilidad como educadoras/es populares? ¿cuál nuestro rol concreto de activadores/as? Y aquí nos vamos directamente con Marco Raul Mejía y Myriam Inés Awad y su reciente publicación “Educación Popular hoy”.
Tomamos algunos extractos que nos resultan especialmente iluminadores para el momento histórico que vivimos en Venezuela y nuestra clarificación como Educadoras/es Populares.
Lo popular, en la educación popular, es “el calificativo que define con precisión nuestra intervención educativa, sobre todo en estos tiempos de crisis de utopía en los cuales se intenta demostrar la inutilidad y la pérdida de vigencia de los sueños y de las luchas por la transformación social.
De hecho, hemos tenido oportunidad de escuchar el calificativo de “soñadores” para todos aquellos que se atrevieron a redactar semejante Reforma Constitucional y, por lo tanto, para los cuatro millones y dele de venezolanas y venezolanos que tienen la osadía de sostenerla con su voto y con su vida.
Pues sí, soñadores es un piropo: soñamos un mundo más justo y humano y trabajamos para construirlo a diario en nuestro entorno, soñamos con un pueblo asumiendo el protagonismo de su historia en la planificación y gestión de su cotidianidad, soñamos con una Venezuela socialista y el socialismo a la venezolana.
Soñamos, luego existimos, vivimos, sentimos la realidad y la buscamos mejor. Soñamos, luego construimos Vida y Vida digna para todos y todas.
Y aquí otro punto de vital importancia: la sistematización de nuestros aprendizajes, el acto de registrar-reflexionar-organizar sistemáticamente la práctica y comunicarla, no es simplemente una exigencia académica de la Misión. Es el camino de crecimiento, la metodología que nos empuja a crecer y formarnos como verdaderos y verdaderas educadoras, es la posibilidad de transformar nuestra propia práctica para cualificarla cada vez más, para hacerla corresponder cada vez más fielmente a los objetivos propuestos.
Así pues, el informe final de cada proyecto de aprendizaje no es un requisito arbitrario, es el momento de FORMACIÓN real y concreta.
Los sujetos populares no son tablas rasas donde sólo es posible la dominación. Su historia, su cultura y su práctica social -experiencias, vivencias- les entregan un saber. La educación popular reconoce a los sujetos populares como dialogantes que confluyen al acto educativo con lo que poseen, y que interactúan con otros, hijos de culturas, prácticas sociales y saberes diferentes, con el fin de construir colectivamente nuevos saberes, conocimientos y prácticas sociales, nuevos horizontes y nuevas opciones.
Referencias bibliográficas
• Misión Cultura, “El Pueblo es la Cultura”, Convenio Marco de Cooperación UNESR – CONAC (Libro Rojo)
• Figueroa S, Amílcar S., “La Revolución Bolivariana: nuevos desafíos de una creación heroica”, Caracas (Venezuela), 2007
• Prieto Castillo, Daniel, “Utopía y Comunicación en Simón Rodríguez”, Caracas (Venezuela), 1987
• Awad G, Myriam Inés y Mejía J. Marco Raúl, “Educación Popular hoy, en tiempos de globalización”, Bogotá (Colombia), 2007 (resumen)
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